Béisbol sin fronteras

foto: Miembros de los Sevilla Red Sox entrenan en el campo de béisbol del Parque Amate. ROXANA DELGADO

ENGLISH / descargar PDF

El béisbol es un deporte poco conocido en España. Sin embargo, es la forma en la que muchos migrantes latinos, como el nicaragüense José Antonio Cárcamo, disfrutan del deporte mientras recuerdan su tierra natal. Con un fuerte apego cultural, su pasión por este deporte le ha ayudado en su proceso de transición.

P1170348_low

Los que llevan pantalones de chándal y camisetas deportivas sueltan una gran carcajada cuando ven salir a la cancha al resto de compañeros, que visten pantalones cortos estampados con flores hawaianas. “¡Te falta la tabla de surf!”, grita uno. El campo de béisbol del Parque Amate cobra vida cuando los jugadores de los Sevilla Red Sox comienzan a llegar, colocando sus bates, pelotas y guantes en el banquillo.

Bajo un cielo despejado y un sol brillante, el entrenamiento de hoy comienza con un par de vueltas alrededor del diamante y estiramientos sobre el césped artificial. Después de varias sentadillas y giros de brazos, toman un poco de agua, agarran sus guantes y se dirigen al campo. Con tan solo dos horas de entrenamiento no hay tiempo que perder.

Situado en el centro, detrás de la segunda base, José Antonio, de 30 años, se concentra en el lanzador mientras un nuevo bateador camina hacia la última base. Encorva un poco la espalda y coloca los brazos frente a las rodillas, ligeramente flexionadas. En esa postura, está listo para cualquier movimiento. Primer tiro, nada. Segundo, bola mala. ¡Crack! El bateador le pega fuerte a la bola, hacia el cielo. Corriendo rápidamente, José Antonio se posiciona justo donde acabará cayendo y, usando el guante para protegerse del sol, consigue atraparla con su mano derecha y se la devuelve al lanzador. “¡Venga va!”, grita.

“Siempre he tenido el béisbol en mi sangre”, cuenta José Antonio, que a los ocho años empezó a jugar al béisbol en su pueblo de Posoltega en la región de Chinandega, en el oeste de Nicaragua, a dos horas de la capital, Managua. “Todos los niños del pueblo nos reuníamos ¡y jugábamos durante horas!” Llevado por su amor por el deporte, José Antonio participó en varios equipos. “Mi primer equipo fue Los Novatos. Era una liga juvenil. Siempre me decían que tenía buenas piernas y una cobertura exterior central espectacular”.

A pesar de que tenía APTITUDES, se le negó la oportunidad de jugar en un equipo de primera división por no cumplir los requisitos exigidos. “Mi estatura no me dio la oportunidad. ¡Me dijeron que tenía que comer más hierro o guindarme las orejas (estirármelas para arriba)!” cuenta José Antonio riéndose entre dientes. “Después me retiré por un tiempo. Me concentré en otras cosas”.

“En el Posoltega, al oeste de Nicaragua, se vive tranquilo”, dice José Antonio. Aún así, la situación económica ha llevado a una gran parte de la población a emigrar a otros países. “Yo vengo de una familia obrera”, comenta. “Un día, un amigo que vivía en España me mandó una foto suya fumándose un billete de mucho valor”. Con esa ilusión en mente y aprovechando que los nicaragüenses no necesitan visado, compró su billete de avión y el 31 de enero de 2005, llegó a España inicialmente como turista.

Con la ayuda de su hermana Marta, José Antonio tuvo una transición suave, primero en Zaragoza. “Sin embargo, cuando en 2007 comenzó la crisis en España, tuve que batallar para mantener mi trabajo allí. Siempre me dejaban plantado y decidí venirme a Sevilla. Aquí obtuve varios empleos. Estuve cuidando caballos, fui taxista, incluso estuve comprando y vendiendo periódicos”. José Antonio fue muy afortunado al conocer a Domingo Marín, que le ofreció alojamiento en su propia casa y le facilitó trabajo en la misma empresa donde a día de hoy ambos aún trabajan, la Compañía Global de Cereal, que se dedica a la exportación e importación de varios tipos de cereales y pienso para animales.

Su estabilidad económica en Sevilla y su experiencia como jugador en Nicaragua han inspirado a José Antonio a patrocinar junto a su hermano al equipo de béisbol de Chinandeo, su pueblo natal, durante cuatro años consecutivos. “¡Hay muchos jugadores en mi pueblo que son muy buenos! Pero, por falta de recursos, no pueden continuar. Hay gente que trabaja en el campo ganando 400 pesos al mes, y un par de botas de béisbol cuestan casi eso. Durante ese tiempo, estuvimos enviándoles dinero para comprarse los bates y las pelotas. Mi hermana, desde Zaragoza, ayudaba a confeccionar los uniformes, que luego les enviábamos. Poníamos en las camisetas el nombre del equipo y el nombre de mi hermano, Sergio, que falleció hace unos pocos años y era mi jugador favorito de béisbol. Hoy día, con los gastos del nacimiento de mi hija Sofía hace un año, ya no puedo seguir patrocinando”.

Diez años después de su llegada a España, José Antonio todavía extraña muchísimo su país. Después de buscar mucho, consiguió una sensación de hogar, cuando encontró a los Sevilla Red Sox y pudo unirse a ellos como “center fielder”. Aunque durante un partido cada jugador lleva puesta la camiseta rubí en la que pone “Sevilla” en letra cursiva, en realidad la mayoría representa a otro equipo internacional. “Prácticamente todos somos latinos”, cuenta José Antonio. “Hay jugadores de Nicaragua, Venezuela, la República Dominicana y varios países más. Lo que más me gusta del equipo es que estamos comprometidos. Somos gente que quiere jugar”. Lo cual se demuestra con los varios campeonatos que han ganado, el más reciente el de la Liga Andaluza, que obtuvieron el año pasado.

Aunque él no haya sido capaz de continuar su carrera en el béisbol, José Antonio es un gran admirador de aquéllos que han llegado a las ligas nacionales de los países latinoamericanos. “Jugadores como Sammy Sosa de República Dominicana y Vicente Padilla de Nicaragua. Cuando jugadores de mi país llegan a las grandes ligas, nos emocionamos porque es nuestra cultura, nuestro país, nuestra gente, nuestra raza que se pone en alto”.

José Antonio sueña con regresar a su pueblo. “Me siento más vivo en Nicaragua. Siento que la mitad de mi vida está allí”, dice. “Cuando regrese, voy a ir como un ciudadano más, a ayudar a mi gente”. José Antonio querría tener un equipo de béisbol en Nicaragua, de nivel profesional, y transmitir su amor por el deporte a sus hijos. “Otro de mis grandes sueños es que mi hija juegue al béisbol. En España, el béisbol femenino no es mucho, pero quizás sí podría llegar a serlo en Nicaragua. Sofía podría llegar a ser la mejor cuarta base”.