
foto: Interior de La Bicicletería / IKAIKA KELI’IHO’OMALU
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“Si puedes soñarlo, puedes hacerlo”, Walt Disney.
ESTO ES LO QUE SE LES ENSEÑA A MUCHOS NIÑOS. El peligro que implica esta cita no reside en la imaginación de los jóvenes sino en la revelación de la realidad que viene con la edad y las ceremonias de graduación.
“EL MES QUE VIENE ES MI-” María Luisa se detiene a media frase al oír un ruido estrepitoso seguido de un llanto histérico. María Luisa Cascajo, esposa y madre de cuatro niños pequeños, vuelve corriendo a la habitación con gesto de desesperación y un bebé apoyado en la cadera.
RESPIRA HONDO Y SIGUE: “el mes que viene es mi 36 cumpleaños y… y cuando el niño está llorando, Fernando (su marido) quiere que haga algo, me doy cuenta de que hay facturas que pagar y recuerdo que mi carrera de actriz aún no ha despegado, me dan ganas de meterme de un salto en una película de Disney para que todo pudiera arreglarse”.
“AY, A VECES HE SOÑADO hasta seis cosas imposibles antes del desayuno”. La eternamente joven Alicia, de Alicia en el País de las Maravillas, parece burlarse de esta atareada joven, atrapada en la realidad de que a las productoras les interesas mucho menos cuando pasas los 35 años.
“HE TENIDO QUE ACEPTAR que donde estoy ahora es donde voy a estar hasta que mis hijos sean mayores”, explica María Luisa suspirando. “Soy feliz pero…” se calla para mirar la cafetera que ha empezado a soltar vapor, contribuyendo al caos del ambiente.
COMO DIJO EN UN TONO ALGO SATÍRICO la cantante Lilly Allen, “es triste pero cierto cómo dicta la sociedad que su vida ya ha acabado”. La estadística que muestra el documental Miss Escaparate (2011) se hace eco de esta letra. En Estados Unidos, las adolescentes y las mujeres en su veintena o en su treintena son el 39% de la población y aun así conforman el 71% de las mujeres que salen en televisión. Las mujeres de 40 en adelante son el 47% de la población pero representan sólo el 26% de las mujeres de la televisión.
SI LOS MEDIOS ILUSTRAN nuestras (poco realistas) fantasías de éxito, también podría decirse que son los medios los que encarnan el “sueño americano”, que se ha convertido en un concepto aceptado comúnmente a escala mundial. En este sueño americano, la juventud, el crecimiento académico y la prosperidad material destacan por encima de todo lo demás pero, ¿a qué precio?
SEGúN UN ESTUDIO DE EGGERMONT (2006), los contenidos de la televisión predecían las pautas sociales de comportamiento tradicional en las relaciones románticas, las cuales encuentran su epítome en las películas de las Princesas Disney.
AUNQUE LA PRIMERA PELÍCULA DE DISNEY en la que aparecía una princesa, Blancanieves, se estrenó en 1937, la línea de Princesas Disney se creó en 2001 como una franquicia de publicidad y marketing que ha revitalizado su popularidad. La campaña pretende atraer la audiencia de niñas de todo el mundo, con el objetivo final de animar a los niños a identificarse personalmente con los personajes, para que compren los productos que se asocian a ellos.
EL SUEÑO AMERICANO es ahora una representación del materialismo. Enfatiza metas extrínsecas, centrándose en recompensas como el dinero, la imagen o el estatus. Estos motivadores extrínsecos han demostrado estar en el extremo opuesto a los motivadores intrínsecos como el crecimiento personal o el sentimiento de comunidad, que tienden a conducirnos a altos niveles de felicidad (Kasser, 2011). “Si los valores sólidos son importantes para conseguir la felicidad, eso explica las anoma- lías en la búsqueda de la misma” (Happy 2011).
EL SECRETO DE LA “FELICIDAD INMEDIATA HOY” ha sido objeto de atención en incontables revistas y, en 2009, Coca Cola acuñó su eslogan “Destapa la felicidad”. Las empresas utilizan técnicas de marketing para definir la felicidad como el producto que quieren vender y, al hacerlo, simplifican en exceso su significado.
CUANDO SE NOS ALIENTA a conseguir esta sobre-simplificada imagen de perfección, vivir en el mundo de ensueño creado por los medios solo nos lleva a la insatisfacción en nuestra vida diaria.
“CUANDO ERA PEQUEÑA, veía a mis padres trabajar y disfrutar la vida a la vez. Parecían felices, y se gastaban el dinero como si fueran billetes del Monopoly”, recuerda María Luisa, “así que fue una gran llamada de atención cuando tuve que pagar mis propias facturas y trabajar en algo que quizá no era lo ideal”.
“AHORA”, SIGUE, “me preocupo cuando alguien se da una ducha demasiado larga o se deja la
luz encendida toda la noche. Ese dinero podría emplearse en un viaje o en alguna reparación de la casa. Me preocupo mucho más”.
DE PEQUEÑAS, muchas niñas soñamos con ser princesas o presidentas, pero la cruda realidad es
que solo con soñarlo, como dijo Walt Disney de un modo tan elocuente, NO se consigue. Hay facturas que pagar y compromisos que adoptar.
NUESTRA SOCIEDAD funciona gracias a diversas partes móviles. Nadie sueña con ser camionero, basurero o incluso camarero, pero todo el mundo confía en que alguien desempeñará esos empleos.
MEDIANTE LAS EXPECTATIVAS sociales del sueño americano, perpetuadas a través de los medios, se nos dice que tenemos que aspirar al matrimonio feliz, con el marido perfecto y unos “hijos preciosos”, en una casa cara.
EN ESTE SUEÑO no caben las escenas desagradables, las facturas que pagar, los embarazos no planeados, el divorcio o el desahucio. Hoy, la tasa de divorcios es mayor que nunca y, con la crisis económica, los desahucios están a la orden del día. ¿Qué pasa entonces cuando te das cuenta de que tus sueños Disney de juventud no se van a hacer realidad?
AUNQUE LA VIDA no es una secuencia de escenas perfectamente montadas con un “fueron felices y comieron perdices”, el mundo real puede ser mucho más gratificante gracias a los retos —no a pensar de ellos—, el crecimiento personal y el sentimiento de comunidad.
EN EL MUNDO MODERNO, no podemos esperar que el hombre sea el príncipe perfecto, y ya no basta con que la mujer sea solo la damisela en apuros. “Si quieres ser una mujer feliz y realizada”, explica María Luisa, “tienes que ser la princesa y también el príncipe. Tienes que salvarte a ti misma de vez en cuando; de lo contrario, la realidad no dejará de decepcionarte”.
SIN EMBARGO, ser madre inesperada y drásticamente le ha cambiado la vida. María Luisa quiere muchísimo a su familia y eso se ve en cada gesto, en cada risa y en todo lo que hace. En lo bueno y en lo malo, es juguetona pero realista y, por lo tanto, afirma con orgullo que puede que no sea material de Disney pero es “increíblemente feliz”.
MARÍA LUISA REPRESENTA la imagen deliciosamente real de quien se marca sus propias normas y encuentra, en la imperfección, la verdad y la felicidad duradera”.