Entre ramitas y libros

foto: Dibujo de Claire Szeszycki

Read this article in ENGLISH / PDF de esta revista

LAS MUJERES GITANAS LUCHAN POR LA IGUALDAD Y LA DESTRUCCIÓN DE LOS ESTEREOTIPOS.

“TOMA, GUAPO, CÓGELO. ES UN REGALO”, me dijo mientras intentaba ponerme de manera agresiva una ramita de romero en la mano. La rechacé con educación y seguí andando por los alrededores de la catedral, alejándome de aquella mujer corpulenta de mallas ajustadas y pelo encrespado. Sin perder un instante, se acercó a otro turista que se cruzó en su camino y le ofreció la misma ramita. Había otras tres mujeres a su lado que también estaban ofreciendo romero, leyendo las manos y dando bendiciones a los turistas a cambio de unos pocos euros. Esta señora y sus compañeras son gitanas.

ANTES DE LLEGAR A SEVILLA, no tenía ni idea de lo que era un gitano. Pensaba que eran personas que iban de un lugar a otro porque sí. Incluso algunos sevillanos tienen la misma idea. “Los gitanos son personas que viven en caravanas y que van de un sitio a otro, ¿no?” dice Mario Hernández, de 25 años. Además, la única imagen que yo tenía de un gitano era la de Esmeralda de la película de Disney El Jorobado de Notre Dame. Basándome en eso, para mí los gitanos tenían cierto misticismo, como si llevaran vidas libres y tuvieran espíritus transcendentales.

MI IDEA DE LO QUE ERA UN GITANO era muy diferente a la de la mayoría de los sevillanos. Éstos tienen una opinión completamente diferente y firme del estilo de vida de los gitanos. “Creo que llevan una vida rara”, dice María Reina, una estudiante de 19 años. Ella cree que las gitanas están sometidas al control patriarcal de sus maridos y están obligadas a quedarse en casa y cuidar de los niños. Rafael Zaldívar Muñoz, un estudiante universitario de 24 años, dice: “Simplemente, no me gustan. Ya me han robado tres veces las bandas de gitanos”.

ROCÍO (QUE EN REALIDAD NO SE LLAMA ASÍ), una gitana de 26 años que lleva ocho repartiendo romero en la zona de la catedral, conoce bien estos prejuicios. “No voy a robar. Prefiero estar aquí en la calle en lugar de robar”, dice. Para ella y para las muchas mujeres que viven de vender ramitas de romero, esto es mejor que la vida alternativa de delitos a la recurren algunos gitanos. “¡Me han llamado muerta de hambre, bicha rara, ladrona! Pasan por tu lado y esconden los bolsos como si les fueras a robar”, dice mientras se le entrecorta la voz.

SEGúN UNA ENCUESTA RECIENTE a los ciudadanos españoles, los gitanos son las personas más discriminadas de España, incluso más que los inmigrantes, a pesar de que llevan siglos en el país.

LOS GITANOS LLEGARON A ESPAÑA entre 1415 y 1425 desde el norte de India. Se les llamaba “egiptanos”, que significaba “egipcios”; pero eso enseguida pasó a “gitano”. Al principio se
les trataba con honradez y respeto pero, con el reinado de los Reyes Católicos, a finales del siglo XV, comenzó el maltrato y la persecución que continúan sufriendo en la actualidad, lo que impide que muchos gitanos obtengan trabajos decentes, encuentren un hogar e incluso tengan acceso a una educación adecuada.

ASUNCIÓN GARCÍA, la presidenta de la Asociación Andaluza Pro Derechos de los Menores, trabaja con niños de familias con escasos recursos, como las de El Vacie, un barrio de Sevilla afectado por la pobreza. Recuerda que más de 200 niños no tenían acceso a una educación adecuada en 1997 debido a la dificultad para acceder a la enseñanza pública. Los niños sufrían discriminación por ser gitanos. Gracias a sus protestas en aquel momento, ahora la mayoría de los niños de El Vacie asisten a clase con regularidad y son aceptados.

MARÍA (QUE TAMPOCO SE LLAMA ASÍ), una gitana que lleva repartiendo romero enfrente de la catedral más de cuatro años, quiere para su hijo lo que cualquier madre querría: “Mi sueño es que mi hijo reciba una buena educación y que encuentre un buen trabajo”, dice. Hay mujeres, como Beatriz Carrillo de los Reyes, que intentan hacer que los sueños de mujeres como María sean más fáciles de cumplir. Beatriz es la presidenta y fundadora de Fakali, una asociación gitana de mujeres, la mayoría estudiantes universitarias o ya licenciadas, destinada a apoyar, educar y promover los derechos humanos. Fakali tiene como objetivo vencer los prejuicios y las connotaciones que rodean a la comunidad gitana. La asociación cuenta ahora con la fuerza de 3.000 miembros desde su inicio en 2003.

PARA PROGRESAR, Beatriz, gitana también, dice que “los gitanos tienen que movilizarse y ser autocríticos”, lo que significa que deben luchar por su educación a la vez que educan a la comunidad española sobre sus problemas y sobre los valores y las ricas tradiciones del pueblo gitano. Mujeres como Sandra Heredia Fernández, de 28 años, y Tamara Amador Martín, de 31, ambas miembros de Fakali, con estudios universitarios, están haciendo exactamente eso. Trabajan para romper con los estereotipos mejorando ellas mismas y dando una imagen realista y positiva de las mujeres gitanas.

SANDRA HA RECORRIDO UN CAMINO EDUCATIVO LARGO aunque gratificante hasta llegar a donde está ahora. Natural de Córdoba, estudió Turismo y Empresariales en la universidad. Después, vino a Sevilla para trabajar como consejera laboral. Vive sola y no tiene hijos, por lo que está centrada en el trabajo social, que para ella es primordial. “Seguí estudiando e hice un máster en Ciencias Políticas y estoy empezando a trabajar de eso ahora”. Su trabajo como consejera es ofrecer resistencia contra las adversidades en plena crisis española.

AL HABER DEDICADO INNUMERABLES HORAS a estudiar Ciencias Políticas, Sandra equipara la lucha por los derechos sociales de los gitanos a la de la comunidad afroamericana de Estados Unidos. “Ambos somos evangelistas, compartimos el mismo Evangelio, que consiste en una forma más activa de culto. Ambos nos hemos enfrentado a luchas y tenemos que superarlas”, dice. “Igual que los Panteras Negras de aquel momento, tenemos que luchar por nuestros derechos para ser como cualquier otro ciudadano”.

AUNQUE CON LO QUE ESTAS MUJERES HAN CONSEGUIDO se sienten como cualquier otro ciudadano español, todavía sufren discriminación. “Me he enfrentado al racismo; siempre habrá alguien que te diga: ‘No, tu no eres gitana. Hablas bien y vistes bien’. Se da por sentado cómo es un gitano: hablamos mal, vestimos mal; todo lo que está relacionado con la marginación”, explica Tamara. Esta idea preconcebida de lo que es ser gitano es algo con lo que se encuentran bastante a menudo personas como ella.

AL PARECER, la lucha por la aceptación de los gitanos en España es un arma de doble filo pues, por un lado, existe una enorme necesidad de integración y, por otro, el deseo de mantener sus tradiciones y valores. Muchos ciudadanos españoles argumentan que, para aceptar a los gitanos, estos deben dejar atrás sus costumbres. “Tienen unas tradiciones anticuadas. Tienen que empezar a actuar como ciudadanos españoles para que las personas les traten bien”, dice Guadalupe Rodríguez, una madre de 60 años. Su opinión es bastante compartida en Andalucía.

TAMARA SOSTIENE que la integración no es la respuesta a la aceptación. “La gente dice que los gitanos no quieren integrarse en la sociedad. Pero esa es la cosa: nosotros no tenemos que integrarnos. Vivimos en una sociedad llena de personas diferentes y lo que necesitamos es vivir en armonía, no integrarnos en una sociedad más grande”, dice.

LA POBREZA Y LOS BAJOS NIVELES EDUCATIVOS son obstáculos que conducen a la creación de estereotipos sobre los gitanos. Aunque para las mujeres de Fakali fue bastante fácil ir a la universidad, no todos los jóvenes gitanos son tan afortunados. “He tenido la suerte de poder estudiar e ir a la universidad. Para mí fue fácil pero, para otros gitanos, puede ser difícil, sobre todo cuando no es la norma”, dice Tamara. Insiste en que la educación es la única manera de salir de la pobreza y la participación en la comunidad española es la clave para romper los estereotipos. “Yo he sido la primera de mi familia en ir a la universidad. Si no pensáramos que podemos ir a la universidad, imagínate un niño que cree que eso es imposible. Para eso luchamos:para demostrar que sí es posible”.