Eres una muñeca

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Echando un vistazo por el puesto de María Sánchez, en el mercadillo más antiguo de Sevilla, surge un debate sobre el papel que tiene este juguete tradicional.

En marzo de 1959, la compañía de juguetes estadounidense Mattel creó una de las muñecas más famosas del mundo: Barbie. Posee más de 40 mascotas, tiene licencia de vuelo y ha sido astronauta, piloto de carreras y médico. Aunque la vida de Barbie esté dirigida a inspirar a las mujeres a alcanzar sus sueños, ¿es posible que esta chica de plástico, y la industria de juguetes en general, estén marcando unos estándares imposibles entre las mujeres?

En el Mercadillo del Jueves, escondida entre tesoros históricos y artefactos rotos, está María Sánchez, una señora de mediana edad, bajita y robusta, abanicándose acalorada bajo el sol sevillano. Está colocada detrás de dos mesas llenas de diferentes tipos de muñecas. “Aunque llevo trabajando aquí muchos años, el mercadillo siempre ha estado igual. Pero mis muñecas no”, nos cuenta María. “Mi hija Patricia me ayuda con el puesto, casi todas las muñecas eran suyas. Otras venían de mis sobrinas. Yo las vendo cuando ellas no las quieren o cuando ya no las cogen para jugar”.

Más que una mesa llena de juguetes viejos, su colección es una demostración de la evolución de las muñecas. María Sánchez las tiene todas: bebés de plástico con biberones, muñecas en miniatura que caben en el bolsillo y Barbies viejas que ya han perdido su ropa (o alguna extremidad).

Ruth Handler, ex presidenta de Mattel, creó la ahora famosa chica de juguete porque le gustaba dar a sus muñecas “papeles adultos”. Antes de su creación, la mayoría de las muñecas, que aparecieron en la antigua Grecia alrededor del año 100 d. C., eran representaciones de bebés muy parecidos al que encontramos en el Jueves.

La evolución de las muñecas no se ha librado de la controversia. Galia Slayen, una estudiante de 20 años de la universidad de Nueva York, creó una Barbie a tamaño natural para un proyecto de la facultad. Su trabajo probó que Barbie, en la vida real, no podría caminar debido a sus medidas, 99-46- 84, además de que seguramente se le diagnosticaría anorexia por su bajo índice de masa corporal.

Así, las muñecas con cuerpos imposibles pueden afectar a la visión que las niñas tienen de los suyos. “Las muñecas de hoy en día parecen adolescentes anoréxicas. En mi opinión, no son lo más apropiado para las niñas”, opina Elvira Iglesias, una asesora fiscal de 46 años del barrio de la Macarena. Elvira no cree que la industria de muñecas haya crecido de forma positiva. “El propósito de las muñecas, aunque siempre haya sido el mismo, conlleva cambios estilísticos en las propias muñecas y las niñas tienden a imitar su estilo”, dice.

Encogiéndose de hombros, Elvira admite que, aunque de pequeña tenía una muñeca preferida, una Nancy negra, las muñecas no eran sus juguetes favoritos. “Jugué con la Nancy hasta los 12 años, cambiándole la ropa y peinándola, pero eso era cuando me ponía enferma y tenía que quedarme en casa”. También nos cuenta que su hija Marina, de 16 años, tampoco jugaba con muñecas cuando era niña.

Entre el amplio abanico de tiendas de la calle Tetuán, se encuentra Imaginarium, un paraíso terrenal para niños. Félix Tena fundó esta tienda de juguetes en Zaragoza, en 1992. Lucía, una empleada de este Imaginarium de Sevilla, nos confirma que las muñecas son uno de los juguetes más demandados y cree que “son una influencia indudablemente positiva para las niñas [ya que] las muñecas fomentan la creatividad y su propósito es simplemente la diversión”. Lucía nos explica que ellos no venden Barbies y que la muñeca más popular es Nicoleta, que se puede encontrar en varias razas y tiene las características de una niña normal. Nicoleta no imita ni a una Barbie niña ni a una adulta, más bien representa un nuevo tipo de muñeca que Lucía considera perfecta para la niña contemporánea y actual.

Martina Pardo, una niña de cuatro años que vive con su familia cerca de la Alameda de Hércules, es un ejemplo de cómo, a pesar de la controversia que rodea la evolución de las muñecas, para las niñas pequeñas sólo son juguetes. Martina cuenta que su favorita es una muñeca de trapo de pelo trenzado que le regalaron por Navidad y lleva consigo a la muñeca sin nombre todo el tiempo, incluso duerme con ella y la tapa con una mantita para que no pase frío por la noche.

La hermana de Martina, María, de 23 años, también mete baza y habla de sus recuerdos de las muñecas con las que solía jugar. Las Barbies eran sus favoritas, en concreto la que su padre le compró cuando tenía nueve años en FAO Schwarz, una famosa tienda de juguetes de Nueva York. “La muñeca llevaba el uniforme de un equipo de béisbol, los New York Yankees, que me encantaban. El uniforme era azul y blanco, y a mí me parecía precioso. Recuerdo jugar con ella en una casita de muñecas que tenía hasta el techo de cosas. Pero lo que le da más valor es que me trae recuerdos de mi viaje a Nueva York y todavía hoy la guardo en mi cuarto”.

Aunque haya gente que acuse a las muñecas de promover una imagen corporal poco realista, no se ha llegado a un consenso sobre si puede culparse a una figura de plástico de 30 centímetros de los problemas que rodean al rol de la mujer en la sociedad actual. Al fin y al cabo, las muñecas son “títeres, marionetas, juguetes de niños hechos de forma que se parezcan a un ser humano”. Las muñecas no son más que muñecas.