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En las artes oscuras: ¿se debería ensalzar o exterminar el grafiti? Mientras muchos no consideran que este “vandalismo” forme parte de la belleza de Sevilla, Seleka es un artista grafitero que trabaja para cambiar esta idea.
Seleka no es un adolescente con una mochila llena de esprays de pintura, buscando con actitud sospechosa espacios en blanco en los edificios, sino un adulto resuelto y responsable, con una barba que lo demuestra. Sentado en el Bar Manolo de la Plaza de la Alfalfa, está rodeado de grafitis, hechos o no por encargo, como pistas para acceder a una sociedad secreta a la que pertenecen únicamente cierto tipo de talentos.
“Me crié en el barrio de San Carlos, al nordeste de Sevilla. Allí teníamos las plazas y los descampados. Las plazas estaban controladas, pero en los descampados puedes hacer lo que te plazca en los kilómetros y kilómetros de muro que rodean los viejos edificios de Renfe. Incluso había un salón de la fama de grafitis”, recuerda Seleka. “Entonces llega un día en que, o bien porque los chicos mayores de tu colegio lo hacen, o porque te gusta visualmente… por muchas razones, consigues un rotulador Edding o un espray y empiezas a probar”.
Seleka desubrió su pasión por el grafiti en 1993, cuando tenía diez años, pero tardó dos años en ahorrar para comprar los materiales para poder pintar su primer mural.
“Tenía kilómetros y kilómetros donde podía poner mi nombre sin molestar a nadie y sin que nadie me molestase”. afirma.
A veces, iba incluso al extremo norte de la estación de tren de Santa Justa sólo para ver los grafitis de los trenes, “era como ver una exposición en movimiento”.
No obstante, es justo este tipo de experimentación artística la que el Ayuntamiento de Sevilla está intentando eliminar. Seleka, por otro lado, tiene una idea muy clara de la tradición en la que se cimenta su expresión artística.
“El grafiti es un tipo de pintura que se desarrolló en las calles de Nueva York y Philadelphia entre finales de los 70 y mediados de los 80. Todo lo que vino después se puede llamar de muchas maneras, pero no es lo mismo que el original. Solamente tiene la esencia. Aquel período de tiempo definió el estilo, creó el concepto y las formas. Lo demás proviene de la repetición y la evolución” cuenta Seleka.
La cultura del grafiti en España, igual que en el resto del mundo, ha evolucionado de una mera marca territorial de pandillas a una auténtica forma de arte, que se etiqueta con el solo propósito del reconocimiento artístico.
Sin embargo para Lipasam, la empresa pública de limpieza del Ayuntamiento de Sevilla, es un vandalismo que sale caro. Con un presupuesto anual de más de 96 millones de euros, tienen contratados a 1.607 hombres y mujeres, cada uno encargado de limpiar más de un kilómetro de calle. Parte de su trabajo incluye librar a approved viagra la ciudad de grafitis no deseados.
Para fomentar el uso correcto del espacio público, se ha organizado en los últimos años un Concurso de Arte Urbano anual, en el que se invita a los artistas grafiteros a pintar estructuras urbanas, como contenedores de reciclaje. La gente ha respondido positivamente a esto.
“Me gusta la idea de decorar los contenedores de basura de la ciudad y otros espacios públicos. Creo que es increíble”, ratifica Elisa Blanco, una residente de ventidós años del Casco Antiguo, la parte antigua de Sevilla. Sin embargo, aclara que para ella hay varios tipos de grafiti.
“Por supuesto, odio a esos dichosos niños que se creen rebeldes, escribiendo sus nombres con espray en la puerta de mi casa”, comenta. “Me parece bien el grafiti siempre y cuando sea una buena pieza y se haga en un lugar donde no estropee la propiedad de nadie”.
Para Seleka, es un poco más complicado. “Depende de tu intención. Si tienes un concepto y un estilo, entonces puedes hacer arte simplemente escribiendo una frase. Si es algo gratuito o fortuito, puedes estar creando arte sin saberlo. Todo depende de los ojos del que lo vea, como en el arte contemporáneo. Una persona desinformada no puede entender lo que estás haciendo o lo que estás pensando, y quizá piensen que tu pintada o tu grafiti es una tomadura de pelo. Puedes estar haciendo el mejor mural del mundo en el sitio más desbastado, haciéndole un regalo a la sociedad, pero posiblemente venga un policía y te eche y te multe, porque a sus ojos no estás haciendo nada bueno. Pero a lo mejor después viene tu vecino y está encantado con que le des color a un sitio que está degradado”.
Entonces, ¿cuál es la diferencia entre “saca tu dinero” escrito en las paredes de un banco y el dibujo de un gato en la puerta de la casa de alguien? Es esta diferencia la que Lipasam debe encontrar una manera de juzgar, teniendo cuidado de no volverse demasiado diligentes. Elisa Blanco cree que un grafiti bien hecho es un arte.
“Los que están cerca del río son muy chulos, y hacen de verdad que una parte de la ciudad completamente olvidada sea más interesante” comenta la joven.
El grafiti está tan extendido en Sevilla que contribuye a crear el marco de la ciudad, convirtiéndola en capital artística del sur de España.
Hay formas, aparte de los concursos, de exponer el trabajo de los grafiteros sin tener que preocuparse de las consecuencias legales; por ejemplo, los encargos. Muchos propietarios de tiendas les encargan ex profeso a artistas grafiteros que pinten sus escaparates, para disuadir así a artistas inexpertos de etiquetar su propiedad. Cuando se habla de etiquetar, nos referimos a firmas estilizadas, logotipos o sobrenombres. Estas etiquetas pueden aparecer de forma independiente o pueden ser la firma de una pieza, en las que se usan diferentes colores, son más grandes y pueden ser un trabajo individual o colectivo, como las que están al lado de la estación de autobuses de Plaza de Armas, por ejemplo. Por otro lado, el estigma social y la alteración que se asocia al grafiti ponen trabas con frecuencia incluso al grafiti legal.
“Personalmente, me han detenido y he estado haciendo murales… de haber estado trabajando un mes y que venga la policía y me eche. He tenido permisos por escrito del Ayuntamiento y ha venido la policía y me ha echado pero, a día de hoy, voy a tocar madera, nunca he recibido una multa relacionada con los grafitis”, afirma Seleka.
Pero parte de la subcultura del grafiti es poder pintar ilegalmente. Así es como nació en Nueva York, y así es como muchos artistas se hicieron adictos a su arte: por el subidón de adrenalina.
Por tanto, la pregunta sigue abierta. ¿Cómo se debería definir a este grupo de individuos? Han sido calificados de artistas, así como de miembros de una subcultura desviada de vándalos. Seleka contesta esta pregunta definiéndose a sí mismo.
“Una traducción directa sería escritor de grafiti, o al menos es el modo menos peyorativo de decirlo, porque grafitero tiene connotaciones negativas. Como artistas, buscamos una definición mejor. Por ejemplo, en la historia del grafiti, se llamaron escritores de grafiti porque escribían su nombre, por eso utilizamos el término grafitadores para describir lo que somos. Somos escritores de grafiti”.