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Rafael Segura es un taxista que ofrece viajes gratis al hospital para niños con cáncer en su mágico y colorido taxi. Es una de las muchas personas de Sevilla que les dan su apoyo a ellos y a sus familias.
Al subirte al taxi piensas que estaréis sólo tú y el conductor, con una escasa conversación. Harás lo mínimo indispensable, decir adónde vas, quizás discutir la ruta más rápida y después pagarás y seguirás tu camino. Para la mayoría de taxis, ése sería el caso. Pero el conductor de este taxi es Rafael Segura y hay algunos pasajeros más en este viaje. Compartes el espacio con Bob Esponja, Mickey Mouse, Shrek y Los Simpson. Tu mirada no se detiene; va de los colores vibrantes de las mariposas del salpicadero a los animales de peluche sentados bajo la luna trasera y, finalmente, al propio Rafael, que ha adornado la guantera con dos fotitos de sus hijos. Señala cada una de las fotos, diciendo: “Mis hijos: Alicia tiene seis años y Alejandro catorce”.
Rafael ha sido taxista en Sevilla desde 1985, pero fue su hija de cuatro años, que ahora tiene seis, la que le sugirió la idea de convertir su taxi en el más excepcional de todos los de la ciudad.
“¿Por qué ha decorado así su taxi?”, le preguntas con curiosidad.
“Cuando terminaba de trabajar”, contesta, “solía pasar por un chino y compraba algún juguete de éstos para Alicia, como las princesas o los corazones. Ella los ponía en su habitación y yo le decía que hacían que fuera especial. Y un día ella me dijo: ‘Papá, quiero que los pongas en tu taxi, para que así también sea especial’”.
Y así empezó todo. Rafael empezó a poner algunos de los juguetes en el taxi y, después de unos días, le dio una sorpresa a Alicia enseñándoselo. Durante el pasado año y medio, ha ido cubriendo el taxi de arriba a abajo.
“Se lo enseñó a todos sus amigos. Estaba muy, muy orgullosa del taxi de su padre”, cuenta Rafael.
Qué historia tan bonita, piensas para ti mismo. Algo que un padre y una hija pueden compartir y hacer juntos. Entonces, empiezas a darte cuenta de que hay otras cosas en el coche. Primero, la caja de donativos entre los dos asientos delanteros. Después, los carteles de la parte de atrás de los asientos. Un trozo de papel recortado en forma de corazón en el que se lee, en español y en inglés: “Este taxi ayuda a los niños con cáncer”. Sigues mirando y encuentras otro cartel en el que pone: “Si conoce a un niño con cáncer que necesite transporte, llame a este número”. Así que le preguntas a Rafael sobre esto también.
“Pensé, cuando acabé de decorar el taxi, que debía hacer algo más”, explica. “Muchos niños viajan en mi taxi y pensé que, para los niños enfermos, puede ser importante viajar en este taxi”.
Para un niño con una enfermedad así, algo tan sencillo como un viaje en un taxi lleno de color podría hacer que se despreocupara por unos momentos. En lugar de pensar en el hospital, pueden distraerse y entretenerse con la bonita y colorida decoración.
“Fui al hospital Virgen del Rocío y les dije lo que yo quería hacer. Allí me hablaron de la Fundación Andex y de que podía hacer donaciones allí. Ésa fue la primera idea, luego decidí que, si había alguna familia que estuviera en una mala situación financiera, podría ofrecerles mi taxi”, explica Rafael.
Andex es la Asociación de Padres de Niños con Cáncer de Andalucía. Desde 1985,gracias a su colaboración con la unidad de oncología en el Hospital Virgen del Rocío de Sevilla, han sido capaces de abrir una nueva unidad de hematología en 2002. Andex es parte de una fundación mayor, la Federación Española de Padres de Niños con Cáncer, junto con otras diecisiete asociaciones de todo el país. “Andex ayuda a los padres con el dinero, entre otras cosas”, dice el doctor Eduardo Quiroga, director de la unidad de oncología infantil del Virgen del Rocío. “Tienen trabajadores sociales asignados para ayudar a las familias”.
María Luisa y su marido, Andrés, han tenido seis hijos y dos de ellos han tenido cáncer.
“Uno de los hijos de María Luisa contrajo un tipo de linfoma cuando tenía dos o tres años. Después de recibir el tratamiento se encontraba bien pero, dos o tres años más tarde, su hermano Ángel, que tendría entonces diez u once años, empezó a tener fuertes dolores en la barriga y a sufrir problemas de orina, así que le hicimos una ecografía y vimos que tenía un linfoma abdominal también”, describe el doctor Quiroga, que ha tratado a los dos niños en esta unidad. “A partir de ahí”, continúa, “tanto sus padres como nosotros, empezamos a investigar y descubrimos que sus hijos tenían una alteración en el sistema inmunológico que predisponía a que estos niños sufrieran linfomas”.
Después de tener a su tercer hijo, María Luisa, Andrés y los médicos encontraron una solución singular para tratarlos. Consiguieron tener otro niño y, más tarde, gemelas por selección genética para asegurar que el hijo menor pudiera donar sangre a sus otros hermanos. Esto sirvió para curar a todos, excepto al hijo mayor, que falleció hace dos años. Durante estos diez años, María Luisa y Andrés han llegado a conocer muy bien al personal del hospital Virgen del Rocío, entre ellos al doctor Quiroga.
“El pequeño no entendía nada y el mayor lo entendía todo”, dice María Luisa, explicando la importancia de mantener alto el ánimo de los niños.
Aunque María Luisa no ha conocido a Rafael ni su taxi, a sus niños nunca les han faltado momentos de alivio en el hospital. Allí hay un aula, llena de ventanales y tan colorida como el taxi de Rafael.
“En la escuela pintan dibujos, construyen cosas, hacen cosas para la Semana Santa, para Navidad. Es un lugar totalmente, totalmente fabuloso. Y es todo gracias a Ana, la profesora”, dice, entusiasmada. Pero Ana no enseña sola. “Ana tiene una marioneta que es un mapache. La usa con los niños más pequeños. Recuerdo que, cuando mi hijo tenía miedo de las enfermeras, de los médicos… Ana empezaba a hablar con el mapache, y así mi hijo empezó a hablar con él”.
Durante la semana, muchos voluntarios pasan tiempo con ellos y con Ana (a la que, según María Luisa, los niños echan en falta por la noche y los fines de semana). María Piedad Navarro, una estudiante universitaria, es voluntaria en Andex. “Voy al hospital los jueves de 18.00h a 20.00h, pero todos los días va un grupo diferente”, explica. “Es un pequeño descanso para los padres, que pueden salir mientras nosotros estamos allí.
“Yo sólo quería hacer algo por alguien, hacer cosas para la gente y ayudar. En la universidad hay una lista de oportunidades de voluntariado y yo elegí ésta”, dice.
Pero, incluso sin ser un familiar, María afirma que es muy difícil no crear un vínculo personal con los niños.
“Esto es algo que no deberíamos hacer”, reflexiona, “porque algunos niños mueren y es muy difícil. Tengo un amigo voluntario que no pudo volver después de que un niño muy cercano muriera. Pero la mayoría del tiempo es bueno y yo lo disfruto”.
En 2011, el Gobierno de España promulgó un Real Decreto para ayudar a padres como María Luisa y Andrés, para los que era muy difícil arreglárselas con el trabajo y otras rutinas diarias mientras sus niños estaban enfermos. El decreto proporciona a los padres una paga de veinticuatro meses si su caso llega a un determinado nivel fijado por la Seguridad Social. Por desgracia, llegó tarde para la familia de María Luisa, pero ella está contenta de que se haya aprobado.
“Puede ser muy difícil porque tienes que usar tus propios días de enfermedad para ir con tu hijo al hospital”, dice. “El objetivo principal es que los niños sean felices, todo el tiempo”, afirma María Luisa.
Y este sentimiento lo comparte Rafael, que ha decorado su taxi simplemente para poner una sonrisa en la cara de su hija y para compartirla con otros niños que estuvieran sufriendo. “¡A todos les gusta el taxi! Todo el mundo quiere hacer fotos”, dice riendo. “Estoy contento por hacer mi parte, por poner mi granito de arena”.
Cuando Rafael te deja en tu destino, le pagas, dejando el cambio en la caja de donativos, y echas un último vistazo a su taxi en todo su esplendor. Los colores de las mariposas y las flores con caritas sonrientes, las letras puestas al azar, posiblemente por un niño. Puede que empieces a pensar cómo puedes poner algo de tu parte, cómo aportar tu granito de arena y cómo pasar a ser, como los niños, los profesores, los médicos, los voluntarios y los padres, un ángel entre nosotros.